lunes, 7 de noviembre de 2011

Podemos fortalecer el respeto


Aprende a escuchar.

Miremos con respeto a todas las personas que se cruzan en nuestro camino detengámonos unos segundos para saludarlas, mirémoslas a los ojos y deseémosle un buen día, o simplemente démosle las gracias con sentimiento. Deseémosle lo mejor desde el corazón.

Tomemos la decisión de aprender.
El que cree que ya lo sabe todo está estancado. El mundo cambia continuamente y nosotros con él, y cada persona o situación que se presentan en nuestra vida son oportunidades para aprender y crecer.

Colócate en los zapatos del otro.
Nadie hace cosas por fastidiar al otro; tú no sabes la situación difícil que otros pueden estar viviendo. De vez en cuando es necesario que trates de pensar y sentir como lo está haciendo la otra persona; es decir, desde su punto de vista. Extender nuestra comprensión hacia los demás, implica volvernos más compasivos.

No seas intransigente.
Que alguien tenga un defecto, que diga o haga cosas improcedentes no lo condena como persona, siempre podemos recapacitar o cambiar nuestra actitud o comportamiento. Por lo tanto, no rechaces, discrimines o maltrates a otros porque no hacen lo que tú deseas o esperas, ten más paciencia y comprensión.

Nadie es más ni menos que tú.
Sólo somos diferentes en lo personal. Llegamos a este mundo con limitaciones y condiciones más o menos difíciles para superar, resolver y de las cuales aprender, en eso radica todo. Acepta a los demás con sus defectos y cualidades sin juzgarlos con ligereza.

Enseña a tus hijos con el ejemplo.
Recuerda que es durante nuestra primera infancia, cuando comenzamos a incorporar los valores esenciales. En el proceso de enseñar a tu hijo como vivir, tu ejemplo es determinante. Eres tú quien enseña a tus hijos a través del respeto hacia ellos, de qué manera ellos te respetarán a ti y a otros. La próxima vez que vayas a entrar a su cuarto, toca la puerta antes de hacerlo; de esa manera, él tocará a tu puerta antes de entrar.

Cuando vivimos con respeto hacia los demás, nos volvemos más tolerantes, pacientes, comprensivos, cumplidores y responsables de nuestra participación en el mundo, y cuando nos volvemos respetuosos de nosotros mismos, establecemos límites con seguridad, nos valoramos más y confiamos en nuestra capacidad.




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